Este mes de julio de 2017 el número 105 de la revista Sal Terrae, de gran difusión y relevancia en el ámbito de la Iglesia Católica, se dedica en exclusiva al abuso sexual infantil. Este de por sí es un hecho a destacar: la valentía que demuestra el Grupo Loyola de Comunicación a la hora de afrontar con claridad y profundidad una problemática tan grave.

En ese sentido, quiero agradecer la confianza que el consejo redactor depositó en mí para desarrollar el artículo sobre el acompañamiento a las víctimas del abuso sexual infantil a lo largo de la vida. Es un tema que me toca personal y profesionalmente y en el que llevo muchos años trabajando. Precisamente por eso fui consciente desde el primer momento de la relevancia de este artículo, tanto por su enfoque como por la revista donde iba a ser publicado.

En el artículo “Honrar su dolor: el acompañamiento a las víctimas de abuso sexual infantil a lo largo de la vida” he intentado reflejar los esquemas cognitivos y afectivos que quedan anclados en los niños, niñas y adolescentes que son víctimas de abuso sexual y con los que tienen que aprender a vivir, y muy a menudo a pelear, a lo largo de toda su vida. Son esquemas sobre el mundo, sobre su propia identidad y sobre las relaciones con los demás. Esquemas que son complejos, radicales y sutiles al mismo tiempo y que explican mucha de la patología y problemáticas que puede afrontar un hombre o mujer que fue fruto de abuso sexual en su infancia o adolescencia.

Reflejar la profundidad de la herida del abuso y al mismo tiempo la inmensa posibilidad de resiliencia de los hombres y las mujeres que fueron víctimas de abuso cuando eran niños, niñas o adolescentes fue un gran reto para mí como profesional y como persona.

Asimismo abordo las condiciones necesarias para desarrollar un proceso de acompañamiento respetuoso hacia la persona. Una actitud en quien acompaña, sea desde el contexto personal o institucional, que “honre su dolor”. Y desarrollo las falsas creencias sobre el abuso y el proceso que puede seguir una víctima a lo largo de la vida, creencias que dificultan ese proceso en el entorno de las víctimas, pero también a nivel social e institucional. Por eso quiero acabar este post transcribiendo literalmente el párrafo con el que cierro el artículo y que, gracias a la cortesía del consejo editorial de la revista, podemos adjuntarlo de forma íntegra en versión PDF:

“Como conclusión, si no se pudo impedir el abuso sexual, la sociedad y las instituciones que la representan están obligadas a ofrecer a las personas que fueron víctimas recursos de calidad para su recuperación, así como a reconocerles su derecho a vivir esa herida como puedan, sepan o quieran, sin establecer límites de tiempo ni formas recomendables o censurables. No todas las personas que fueron víctimas de abuso sexual infantil necesitan mostrarse públicamente, ni todas se calificarán a sí mismas como “supervivientes”. Pero que no lo hagan no significa que no lo sean. Y como sociedad les debemos ese reconocimiento público, la garantía de un proceso de recuperación de calidad y las medidas institucionales, sociales y políticas necesarias para prevenir y erradicar el abuso sexual infantil” (p. 640).

Desde Espirales CI os recomendamos también la lectura del monográfico entero del número 105 de julio-agosto de la revista Sal Terrae al que podréis acceder a través de la suscripción a la revista aquí.

Pepa Horno