Como digo en mi artículo “El coste emocional de trabajar en el sistema de protección”, que aparece hoy en la iniciativa “Renovando desde dentro”:

En los últimos años mi trabajo se ha centrado en la supervisión técnica de equipos en diferentes niveles y ámbitos del sistema de protección: servicios sociales básicos, entidades que trabajan con infancia en situación de riesgo, técnicos del sistema de protección especializado, psicoterapeutas que trabajan con niños, niñas y adolescentes del sistema de protección o los responsables de toma de decisiones de varias comunidades autónomas, entre otros.

Los espacios de supervisión técnica son un privilegio porque proporcionan a los equipos un lugar protegido donde revisar diferentes aspectos de su trabajo cotidiano. Esta es una diferencia clave entre la supervisión y los espacios de formación. Son los equipos los que proponen el contenido que quieren supervisar, los protagonistas y la persona que supervisa, en este caso yo, ha de adaptarse en cada sesión y con cada equipo a algo nuevo. El rol de la persona que supervisa es proporcionar una mirada técnica a las temáticas que plantee cada equipo desde fuera del equipo. […]

En el marco de estos procesos de supervisión y a lo largo de los años, he descubierto algunas pautas comunes a todos los equipos que trabajan en el sistema de protección. Pautas y vivencias que no me encuentro en equipos de otros ámbitos. Dificultades comunes, retos similares y vivencias emocionales compartidas. Y desde ahí surge este artículo, desde un intento de explicar el coste emocional de trabajar en el sistema de protección.

Os invito a que leáis el artículo para que veáis los elementos que identifico yo. ¿Os parece que encajan, o los formularíais de otra manera?